miércoles, 6 de octubre de 2010

Tarde del 1 de Diciembre de 1999


Ya empiezo a darme cuenta de los pequeños problemas “domésticos” que he de afrontar. Dos ejemplos: El dinero. Tengo que disponer de dinero, no una gran cantidad, pero dinero en efectivo al fin y al cabo. ¿Cómo lo obtengo? Ir a un cajero es dejar mi marca con la tarjeta, que la policía sepa donde estoy y dos minutos después se presenten en el banco con las sirenas dando alaridos que perturban mi atormentada paz. No quiero dejar tanto rastro; al menos de momento.

Otra solución sería robarle el dinero a la víctima. Sería degradarse un poco más, pero me parece la solución óptima. Espero que Teresa tenga el monedero lleno o tendré que empezar a discriminar víctimas por su economía y eso sería crear un patrón. Y los patrones no me interesan.

El otro problema es cuando llega la hora de comer. No puedo entrar a comer en bares a la hora habitual pues ponen mi cara en los informativos  y me podrían reconocer. Solución: Comer pronto cuando todavía no me han visto el careto en la televisión o comer tarde cuando ya lo han olvidado.

Bien pensado, si entro en un bar cuando no hay demasiados clientes la probabilidades de que se fijen en mí y no hayan perdido la memoria es bastante alta. La forma más rápida de llegar al infierno es tener que tomar decisiones cada momento así que corto por lo sano –la parte más placentera por donde cortar, por cierto - y mejor compro en un supermercado en el cambio de turno. Así las cajeras hablan de sus cosas y se olvidan de las de los clientes.

El picor del brazo está empezando a ponerme nervioso, siniestramente nervioso

Escrito en Toledo la tarde del 2 de diciembre de 1999.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguro que sabes mostrar tu educación