miércoles, 29 de septiembre de 2010

1 de Diciembre de 1999



A los nueve años me jodió, y me jodió mucho, oírle decir al Padre Andrade que “viniendo de donde venía nunca llegaría a nada”.

Once años después - al verme entrar en su despacho con el agravante de no haber llamado a la puerta - recordó que mi cara había aparecido en los  periódicos. Quiso asegurarse de que era yo y miró de soslayo la primera plana del periódico que tenía sobre el escritorio. No había duda: Estaba delante del autor, nada presunto, de la muerte de tres personas totalmente anónimas y sin más relación entre ellas que el gran deleite que me produjo matarlas.

Percibió el acre e intenso olor del la total y absoluta disposición a matar, y antes de que rezara aquello que rezan los que saben que van a morir, únicamente tuvo tiempo de pensar que él sería la cuarta víctima. Solo la número cuatro, y les puedo asegurar que muchas más están por llegar.

Cogí la cabeza ensangrentada del padre Andrade de los escasos cabellos que aun conservaba y la aparté para verme en el periódico sin poder reprimir un pensamiento: Ahora ya era alguien y, además, compartiremos primera plana el los periódicos de mañana.

Y ese alguien podrán ir descubriéndolo en este Diario Rojo del Caos.

O quizá no todos puedan llegar a descubrirlo.


Escrito en Toledo el 1 de Diciembre de 1999

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